Era un 5 de marzo caluroso y sofocante su cara
evidenciaba la más profunda confusión, la puerta automática del hospital
cerraban y abrían mientras entraban personas constantemente, todos pasaban sin
fijarse en ella, algunos apurados y preocupados, quizás demasiado concentrados
en sus propios problemas para fijarse en los demás, demasiados concentrados en sí
mismos para notar a esa joven de apariencia humilde y con una niña entre
brazos.
Ella continuaba parada con los ojos perdidos hacia la ciudad,
inflexible a las personas que le
cruzaban. Nadie podía percibir su indecisión. Ahí estaba sin poder
decidir si iría a la derecha o a la izquierda. Por qué en uno de los caminos le
esperaba el hombre que le había hecho tanto daño, ese que le ha lastimado el
autoestima incontable veces, que le miente con el solo hecho de respirar. Pero
ese mismo hombre es el único capaz en este momento de asegurar un poco de estabilidad, ya no
puede pensar solo en ella, ahora tiene una nueva vida entre sus brazos, esta pequeña que le mira con ojos saltones a la
cual debe asegurar tenga alimento,
seguridad y bienestar.
Al ver a su hija, sentirla entre sus brazos es imposible borrar
de su mente en esos recuerdos de de su infancia, su nacimiento trajo a su familia una de sus
peores desgracias. Su madre no pudo sobrevivir al parto y fue condenada toda su
vida a ser el reflejo exacto de una persona amada. Su padre prefería no verla
para no sufrir por su amada esposa. Prefería tratar lo indispensable y utilizaba
a sus hermanos mayores como medio de expresión, nunca tuvo una conversación directa
con ella, toda su infancia fue ignorada emocionalmente por el sin saberlo. El la
amaba pero no podía verla sin sentir dolor, sin pedir a Dios perdón por desear
tantas veces que hubiese sido la niña que muriera y no ella. – Elena amor mío aún
recuerdo tus ojos. Perdóname por no amarla como te prometí. Es muy difícil cumplir
con esa promesa sabiendo que su vida fue la razón de que tu vida se apagara, y sufro Elena, cuanto sufro.
La nueva madre respira forzosamente, víctima de un ataque
de ansiedad se siente súbitamente aterrorizada, taquicardia, angustia es
imposible definir todo lo que siente en este momento, sola y con una niña entre brazos sin saber decidir
el futuro, sin poder decidir por ella misma la vida que quiere darle, porque no tiene nada que ofrecer más que su amor. – Que puedo
ofrecerte en la vida hija mía si solo tengo unos zapatos viejos, un solo cambio
de ropa y el dinero suficiente para tomar un autobús. Qué más quisiera que
ofrecerte una vida llena de dichas. Es que nadie sabe el sufrimiento de una
madre cuando se encuentra aterrorizada, sin saber qué hacer y pensando únicamente
en su hija. ¿Qué voy a hacer me pregunto?
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